El viento ayuda a repartir el calor del sol en la tierra y es imprescindible para el funcionamiento de los molinos y turbinas eólicas, entre sus muchas funciones, pero, ¿sabéis como se forma este elemento de la naturaleza?
Este gran flujo de aire o movimiento de la atmósfera es producido por las condiciones atmosféricas. Las diferentes presiones atmosféricas hacen que el aire tenga zonas con diferentes temperaturas, el aire frío tienda a descender y el caliente a ascender porque tiene menos densidad. Este movimiento de los dos aires en la atmósfera es el que genera el viento.
El calentamiento de la superficie terrestre es el responsable de los ciclones y anticiclones, que también tienen mucha influencia en la generación del viento. Ya que, en el caso del anticiclón se produce un fuerte descenso de una masa de aire más fría que el entorno, y cuando se forma un ciclón se produce el efecto contrario. Estos movimientos bruscos de aire frío y caliente son los responsables de vientos fuertes.
También se producen vientos según la latitud, como los que tienen lugar entre el Ecuador y los polos por la gran diferencia de temperaturas. Esta diferencia tanto produce vientos estacionales como fuertes tormentas.
Por otra parte, la brisa del mar y los ciclos de las mareas también tienen efecto en los vientos locales. Por eso en las zonas de costa es común que haya más viento y este sea más variable. En nuestro artículo ¿Qué son las mareas y qué es lo que las provoca? explicamos cómo estas son producidas por la influencia de la luna.
En las zonas montañosas o con un relieve con muchos contrastes también se forman brisas que afectan al viento local.
Todos estos factores son los que tienen en cuenta los meteorólogos a la hora de predecir cómo se va a comportar el viento, con qué intensidad y hacia qué dirección.