Comienza el verano y con él las largas jornadas en playas y piscinas. Por todos es conocida la importancia que tiene cuidar nuestra piel y protegerla del Sol pero, ¿realmente sabemos los efectos que tiene la exposición solar en nuestra dermis?
El equipo de Ciencia Divertida ha profundizado en sus investigaciones sobre fotobiología y ha recabado datos muy interesantes que queremos compartir con vosotros, para que los tengáis presentes en vuestra rutina veraniega, a la vez que se los inculcáis a los más pequeños.
La luz solar es imprescindible para la vida de los seres vivos. Plantas, animales y seres humanos la necesitamos para llevar a cabo nuestras funciones básicas, estabiliza nuestros niveles de sueño y mejora nuestro estado de ánimo. Sin embargo una constante exposición a los rayos UVA y UVB puede tener consecuencias irreparables para nuestra piel y, por tanto, para nuestra salud.
La luz del Sol es la principal fuente de vitamina D para nuestro organismo. Esta vitamina es la única que no se produce por la ingesta de alimentos, sino por los rayos solares. En muchos países los niveles de recepción de luz solar son insuficientes, especialmente durante los meses comprendidos entre octubre y marzo.
Existen diferentes tipos de rayos solares. Los más conocidos son los UVB y UVA.

– Los rayos UVA (rayos ultravioleta de onda larga) son los responsables del envejecimiento de la piel y del posible daño en el ADN de las células cutáneas. Sus efectos sobre la piel suelen ser a largo plazo, provocando arrugas y el deterioro en general de la piel. Este tipo de rayos son los que se emplean en solariums y centros estéticos de bronceado.

-Los rayos UVB (rayos ultravioleta de onda media) tienen más energía que otros rayos e inciden con más intensidad en la piel. Son los responsables de las quemaduras solares y los causantes del cáncer de piel en todas sus variantes.

Para evitar males mayores es importante utilizar protectores solares con fotoprotección alta.
¿Esto qué es? El factor de protección solar (SPF o FPS) multiplica el tiempo que nuestra piel está protegida de manera natural antes de llegar a quemarse. Por ejemplo, si tu piel tarda 5 minutos en comenzar a ponerse roja y utilizas un factor de protección 30 estarás protegido 5×30 = 150 minutos. Esto significa que cuando haya pasado este tiempo deberás aplicarte crema protectora de nuevo.

Sin embargo hay factores que se deben tener en cuenta: si te bañas con el protector solar aplicado el tiempo de protección disminuye, por lo que deberás aplicártelo de nuevo. No debemos escatimar en las veces que repitamos esta aplicación ni esperar a ponernos colorados para ello, porque la piel tiene memoria y cada quemadura solar suma.
En el caso de los niños es importante no permitir su exposición continuada al Sol entre las 10 y las 16 h, ya que los rayos UV inciden con más fuerza durante esta franja horaria y son, por tanto, más dañinos. Si vamos a la playa a partir de las 17 h los niños podrán jugar y bañarse con más tranquilidad, siempre protegidos del Sol.