En el mundo de la Ciencia existen numerosos campos de estudio que quizás no sean tan populares o relacionados con el ámbito científico como otros. Por eso en Ciencia Divertida Galicia nos gusta dar a conocer todas las disciplinas posibles, así como las figuras más destacables dentro de cada una de ellas.
En esta ocasión queremos recordar a una de las químicas más importantes del panorama científico de nuestro país, Gabriela Morreale, que falleció el pasado 4 de diciembre en Madrid. Con su pérdida España pierde uno de sus grandes activos científicos.
Nació en 1930 en Milán y se licenció en Ciencias Químicas por la Universidad de Granada. Para entender sus posteriores investigaciones tenemos que hablar de la endocrinología. Aquellos que no sepáis qué es la endocrinología se trata del área de la medicina especializada en el estudio del sistema endocrino y las enfermedades provocadas por el mal funcionamiento de dicho sistema. Frecuentemente se relaciona con la nutrición y la dietética.
Su interés en esta disciplina la llevó a dedicar su tesis doctoral a la investigación sobre el bocio en la zona de la Alpujarra. Ciertos estudios demostraban una prevalencia de esta enfermedad en esta región entre Granada y Almería, y Gabriela continuó dichos estudios, realizando un seguimiento de los niveles de yodo en el agua de la región. Dichos niveles demostraban que la baja cantidad de este elemento químico en el agua de la Alpujarra era el detonante de la aparición del bocio en sus habitantes.
Tras su tesis se marchó a la Universidad de Leiden en Holanda, donde estuvo en una estancia post-doctoral y se especializó en la glándula tiroides junto a su esposo, el cirujano Francisco Escobar del Rey.
Al regresar a España se incorporó a la Sección de Estudios Tiroideos en el Instituto Rodrigo Marañón, donde fue jefa de sección durante más de una década. En 1980 comenzó a impartir clases en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, desde donde sentó las bases del que sería el Instituto de Investigaciones Biomédicas. Durante estos años fue presidenta de la Sociedad Española de Endocrinología, realizó numerosas publicaciones y contribuyó activamente en la investigación de la glándula tiroidea y su funcionamiento.
Probablemente su aportación más reconocida al campo de la Medicina fue el análisis del yodo y cómo sus niveles afectaban directamente en el desarrollo cerebral del feto. De hecho fue la precursora de proporcionar yodo a mujeres embarazadas para garantizar una formación adecuada del cerebro del bebé. El estudio de las hormonas tiroideas realizado por Gabriela provocó que, en la década de los 70 se comenzase a emplear la conocida prueba del talón a los recién nacidos. Este test consiste en un pequeño pinchazo en la parte posterior del pie del bebé para extraer sangre. Tras analizarla se pueden observar posibles alteraciones congénitas en el metabolismo del recién nacido, lo que permite detectar enfermedades prematuras y actuar contra ellas de forma efectiva mediante un diagnóstico precoz.
Esta prueba, imprescindible y determinante para la salud pública, es posible gracias a los resultados de la investigación de Gabriela Morreale. Pero no sólo será recordada por esta tremenda aportación médica, sino también por la valiosa contribución académica a varias generaciones de estudiantes de Medicina, a los que consiguió trasladar su amor por la Ciencia.