La mayor parte de las disciplinas científicas fueron exploradas, en sus inicios, por hombres. Con el tiempo las mujeres se fueron haciendo un hueco en todas ellas, demostrando su valía y su capacidad para desarrollar su carrera profesional en el campo de la Ciencia.
Sin embargo, todavía existen algunas áreas en las que la presencia femenina no resulta tan común como en otras. Un ejemplo es el campo de la informática y, en concreto, la programación. En esta entrega de Mujeres en la Ciencia vamos a ver el caso de Margaret Hamilton, pionera en esta disciplina.
Tal vez su nombre no os resulte familiar, pero seguro que si mencionamos a Neil Amstrong y el Apolo 11 sabéis de qué hablamos. La primera misión espacial en la que el ser humano puso un pie en la Luna no habría sido posible sin el trabajo de Margaret y su equipo.
Nacida en un pequeño pueblo de Indiana (EEUU) Margaret se graduó en Matemáticas en la Earlham College. Al finalizar los estudios se trasladó al estado de Massachusetts, donde comenzó a trabajar en el prestigioso Instituto Tecnológico (MIT) como desarrolladora en el actual Laboratorio de Informática e Inteligencia Artificial, en el que trabajó elaborando programas de ordenador destinados a la predicción meteorológica. En aquella época el desarrollo de software era un área de la ingeniería informática que apenas era tenida en cuenta.
A comienzos de los años 60 Margaret estuvo trabajando en el sistema SAGE, conocido por conectar ordenadores que recibían datos de estaciones de radar, y cuyo objetivo era controlar lo que estaba sucediendo en el espacio aéreo próximo a los Estados Unidos, para evitar cualquier tipo de amenaza.
En 1963 se trasladó al Laboratorio Charles Stark Drape, en el MIT, el cual había ganado el concurso para desarrollar el programa que llevarían instalados a bordo los ordenadores del programa Apolo de la Nasa. Este cambio de laboratorio supuso un antes y un después en su carrera.
La NASA tenía en cuenta la necesidad de incluir un ordenador en las naves de las misiones Apolo, pero el desarrollo de un programa específico para ello no estaba contemplado, dada su dificultad y la falta de presupuesto. Desde su incorporación al equipo Hamilton defendió la necesidad de desarrollar un software a prueba de errores, ya que toda misión estaba formada por personas, ordenadores y programas, y la combinación de los tres podría dar lugar a algún fallo del sistema.
Su elevada implicación en el proyecto y sus conocimientos en la materia hicieron que, en 1965, Margaret se convirtiese en la jefa del equipo que desarrollaría el software. En unos años este equipo crecería hasta los 400 miembros.
Cuando, en 1969, el alunizaje del Apolo 11 fue un éxito su capacidad y valía quedó demostrada. Al desarrollar el software Hamilton y su equipo diseñaron un sistema de prioridades, dependiendo del momento. Por eso, a la hora de posarse sobre la superficie de la Luna, el Apolo 11 no tenía otra tarea programada, y no se vio saturado.
A finales de los 80 Margaret fundó su propia compañía de desarrollo de software, en la que continúa trabajando a día de hoy.
En 2003 la NASA le otorgó el premio “NASA Exceptional Space Act” en agradecimiento a sus importantes aportaciones científicas. En 2016 Margaret recibía la Medalla Presidencial de la Libertad, el mayor galardón civil de los Estados Unidos, por el desarrollo del software que ayudó a llegar a la Luna.