Hedy Lamarr protagoniza este nuevo artículo de mujeres en la ciencia. A pesar de ser una de las precursoras de la tecnología por la que se emiten las señales Wi-Fi, siempre fue más reconocida por su labor como actriz y por su belleza.
Hedwig Eva Maria Kiesler nació en 1914 en Viena, en el seno de una familia de burgueses judíos. Desde pequeña destacó por su inteligencia y sus profesores la consideraban superdotada. A los 16 años empezó a estudiar ingeniería, pero la abandonó al cabo de tres años para perseguir su otra pasión: el cine.
Empezó a darse a conocer en poco tiempo por sus películas, algunas de ellas muy polémicas, y esto hizo que el rico vendedor de armas, Friedrich Mandl, se obsesionase con ella y arreglase con los padres de Lamarr un matrimonio de conveniencia en contra de su propia voluntad.
Cuatro años duró este tortuoso matrimonio, durante los cuales Lamarr se vio obligada a abandonar el cine y a vivir recluida en la mansión de Mandl, pudiendo salir solo acompañada por éste. Pero Lamarr aprovechó este cautivero para continuar sus estudios, obtener información sobre la armamentística que su marido proveía a los ejércitos de Hitler y Mussolini y trazar su plan de fuga.
Esta fuga es digna de un guion de película: mientras estaba en un restaurante con su marido, fue a los baños y escapó por una ventana disfrazada de criada para que no la reconociesen. Un coche que la estaba esperando la llevó hasta París y de allí continuó su viaje hacia Londres.
Ya en Londres, conoció por casualidad a uno de los grandes magnates de Hollywood, Louis B. Mayer, y consiguió un contrato de siete años con su compañía, así pasó a ser conocida como Hedy Lamarr. No dudó en vender sus joyas para embarcarse con Mayer a Estados Unidos y continuar allí su carrera artística.
Al mismo tiempo que actuaba en películas de éxito de la época, Lamarr mantenía su preocupación por el avance del ejército nazi en Europa, y ofreció su contribución desinteresada al gobierno de Estados Unidos.
Continuó sus investigaciones junto con el compositor George Antheil, con quién ideó un sistema que permitía detectar torpedos teledirigidos. Patente que ofrecieron gratuitamente al ejército estadounidense. Este sistema pasó a ser años después la solución para comunicarse vía radio sin ser interferido por los otros bandos. Y acabó por ser la base de las actuales comunicaciones inalámbricas, de los sistemas GPS y de las tecnologías Wi-Fi y Bluetooth.
Su papel como científica e inventora no fue reconocido hasta mucho tiempo después, en parte por los hándicaps de ser una mujer en esa época y por otra parte por las múltiples controversias en las que se vio envuelta. Pero, a pesar de todas las barreras con las que se encontró, ahora se celebra el Día del Inventor en su honor el 9 de noviembre, la fecha de su nacimiento.