Esta nueva entrada de mujeres en la ciencia queremos dedicársela a Rosalind Franklin por sus importantes aportes tanto en la ciencia, siendo una de las piezas clave en el descubrimiento de la estructura del ADN, como en el feminismo, luchando contra las restricciones que tenían las mujeres en el ámbito científico.
Franklin nació en Londres en 1920, en el seno de una adinerada familia judía. Siempre tuvo clara su vocación a pesar de las restricciones de su padre, que en un principio se negó a pagarle los estudios. Aun así, se doctoró en Química y Física en la Universidad de Cambridge. Sus años de universidad se vieron obstaculizados por el machismo de la época, que no permitía que las mujeres pudiesen licenciarse, no las consideraban integrantes del claustro y limitaba la cifra de mujeres doctoradas al 10%. Y a esto se suma la Segunda Guerra Mundial, por culpa de la cual muchos profesores fueron detenidos o se vieron forzados a dejar su trabajo.
Empezó su trayectoria como investigadora en la Asociación Británica para la Investigación del Uso del Carbón, donde analizó los virus del carbón y del grafito, con este estudio consiguió su doctorado. Una vez doctorada, fue a París al Laboratorio Central de Servicios Químicos del Estado, donde se especializó en la cristalografía con rayos X.
Fue precisamente con los rayos X donde Rosalind realizó su mayor aportación a la ciencia. Después de 4 años en Francia, en el 1951 pasó a formar parte del King’s College de Londres en donde tomó una imagen de la estructura del ADN mediante técnicas de rayos X, que sería recordada con el nombre de Fotografía 51. Esta imagen fue clave para conocer la estructura del ADN y estuvo rodeada de mucha polémica, ya que los antiguos compañeros de Franklin en el proyecto, los investigadores James Watson y Francis Crick la usaron sin reconocer que ella había sido la autora. Gracias a esto, consiguieron el premio Nobel por el descubrimiento de la composición del ADN, sin admitir la crucial aportación de Flanklin hasta varios años después.
Pero Franklin nunca llegó a ser consciente de la repercusión de su estudio, ya que murió de cáncer de ovario a la temprana edad de 37 años, probablemente causado por el uso de rayos X durante muchas horas con poca protección. Aunque en el momento de su muerte su contribución fue menospreciada por culpa de las barreras que tenían las mujeres en el ámbito centífico, y no empezó a reconocerse hasta años más tarde, ahora da nombre a instituciones como la Rosalind Franklin University o los premios Rosalind Franklin University a la aportación de la mujer en la ciencia.