El último fin de semana de Marzo tuvo lugar el paso del horario de invierno al horario de verano. En Ciencia Divertida nos hemos interesado por esta tradición, instaurada en Europa desde tiempos de la I Guerra Mundial, que se realiza con el objetivo de conseguir un ahorro de energía. Sin embargo, la medida no está exenta de controversia, frente a las instituciones que argumentan que el cambio de horario contribuye a ahorrar, hay multitud de investigaciones que cuestionan su eficacia. La Comisión Europea, tras realizar un estudio, valoró el ahorro como “relativamente modesto” en el año 2000, mientras que Red Eléctrica Española lo considera no relevante.

En cualquier caso, esta modificación de nuestros horarios tiene consecuencias en nuestras vidas:

Al modificar el horario, nuestro cuerpo tarda tiempo en asentarse. Ahora nos despertamos cuando todavía es de noche y apenas nos estábamos acostumbrando a hacerlo de día, con luz. Las transiciones estacionales suelen afectar a los ritmos biológicos, lo que influye irremediablemente en la calidad del sueño. Por este motivo no es de extrañar que estos días nos esté costando, al menos más que de costumbre, levantarnos de la cama y sentir que hemos descansado.

Este cambio, con respecto al de Octubre, suele afectar más a nuestra salud. Sin embargo, los efectos no suelen durar más de 4 o 5 días desde el cambio de hora,  y tampoco suele afectar a todos los grupos de población. Habitualmente son los niños, adolescentes y ancianos los que notan más este salto horario.

Pero tratemos de ver la parte positiva: sin este cambio de hora no nos beneficiaríamos de más tiempo de luz por la tarde, vinculada al tiempo libre y al ocio. Por eso tratemos de acostumbrarnos pronto al madrugón y comencemos a aprovechar los días de sol.  Si os sucede como a nosotros y queréis conocer más acerca de la forma en la que el cambio horario afecta a nuestros ritmos del sueño, ¡no dudéis en contactar con nosotros!