La Naturaleza está repleta de fenómenos sorprendentes. Sabemos que la magia no existe y que todo tiene una explicación basada en la Ciencia pero, a veces, algunos espectáculos naturales nos hacen olvidar el empirismo y nos dejamos llevar por lo extraordinario de la situación.

Un ejemplo perfecto es la maravilla de luz que tiene lugar en el Polo Norte y en el Polo Sur. Hablamos de las luces polares o las auroras (boreal o austral). Pero ¿qué es esta rareza de la Naturaleza?

El Sol emite permanentemente una gran masa de partículas cargadas que se expanden en todas las direcciones. Estas partículas son electrones y protones, y constituyen lo que se conoce como viento solar. El viento solar se mueve a una velocidad de entre 300 y 1000 km/s, por lo que tarda en recorrer la distancia que separa nuestro planeta del astro unos 3 días. Cuando esta masa de aire impacta con el campo magnético de Tierra suele hacerlo en puntos de la atmósfera cercanos a los dos Polos, la magnetosfera y la ionosfera.

Las moléculas y átomos de la atmósfera terrestre, al impactar con la masa de viento solar, se excitan produciendo una luz característica: azules, verdes o rojos tiñen el cielo, provocando un espectáculo alucinante. No se muestran de la misma manera nunca, sino que van creando formas y movimientos en espiral, arcos, líneas…

Distinguimos entre dos tipos de auroras, dependiendo del Polo en el que tengan lugar. Cuando se producen en el Polo Norte se conocen como auroras boreales  (o luz del Norte). Suelen ser visibles en los meses de más frío (entre septiembre y marzo) y pueden verse en Noruega, Canadá, Alaska o Islandia.

Si se trata de las auroras que se ven desde el hemisferio Sur estaremos hablando de auroras australes, las cuales se aprecian desde la Antártida y ciertas zonas al sur del continente americano. Las auroras australes pueden ser vistas entre marzo y septiembre. Este tipo de auroras no son tan conocidas como las boreales por una sencilla razón: en la zona más al sur de nuestro planeta existe una cantidad inferior de tierra y, por tanto, de áreas habitadas, en comparación con el hemisferio norte.

A día de hoy y gracias a la Ciencia se sabe perfectamente qué es lo que provoca las auroras polares pero ¿os imagináis lo que pensarían los habitantes de los países del norte de Europa al verlas? Existen numerosas leyendas que aseguran que se trataban de serpientes en el cielo, dragones o, incluso, puentes entre la Tierra y el Cielo para que los dioses pudiesen pasar de un mundo a otro.

Este tipo de fenómenos no sólo se da en nuestro planeta. En otros miembros del Sistema Solar se han podido observar auroras similares, como en Júpiter o en Saturno.

Es posible que para los habitantes de las regiones en donde son visibles sea un detalle más en sus noches de invierno, pero desde luego se trata de una de las maravillas más asombrosas que nos regala la Naturaleza.