El interés por el espacio exterior siempre ha estado presente en el ser humano. Desde las primeras civilizaciones observando el cielo nocturno hasta la Estación Espacial Internacional han pasado miles de años, durante los cuales se ha mantenido un mismo objetivo: conocer qué hay más allá de las estrellas.

En este contexto encontramos el importante papel de los astronautas y, en Ciencia Divertida, hemos querido señalar a la primera mujer que viajó al espacio: la ingeniera rusa Valentina Tereshkova.

Nacida en 1937 en un pequeño pueblo del centro de Rusia, Valentina llevó una vida tranquila viviendo con sus padres. Su padre falleció dos años después  del nacimiento de su hija en Finlandia durante la II Guerra Mundial, lo que marcó la vida de la pequeña Valentina.

Abandonó la escuela con 16 años, pero continuó su formación por correspondencia. En esta época comenzó a mostrar interés por el paracaidismo, y se entrenaba en un club local. En 1961 comenzó a trabajar como secretaria para la Unión de Jóvenes Comunistas y, más tarde,  se afilió al Partido Comunista de la Unión Soviética.

Ese mismo año se lanzaba al espacio la primera nave tripulada por el famoso cosmonauta Yuri Gagarin, lo que supuso un paso por delante para la Unión Soviética en la famosa carrera espacial que enfrentaba a esta potencia con Estados Unidos, en plena Guerra Fría.

El partido consideró la posibilidad de enviar a mujeres al espacio, con doble intención. Por un lado, para estudiar la reacción del cuerpo femenino sometido a las presiones de un vuelo espacial y, por otro, para hacer propaganda política soviética, dando a entender que tanto hombres como mujeres tenían las mismas oportunidades.

Gracias a su experiencia como paracaidista, a su pertenencia al partido y a que su padre era un héroe de guerra Valentina fue seleccionada entre 400 candidatas para convertirse, el 16 de junio de 1963, en la primera mujer en el espacio. Tenía 26 años.

Su misión duró 3 días y la nave, Vostok 6, dio 48 vueltas a la Tierra. La duración de la misión fue más larga de lo previsto por un fallo en la configuración de la trayectoria, pero se consideró un éxito.  La preparación fue bastante dura, en la que tuvo que hacer pruebas de aislamiento, simulaciones en un centrifugador, 120 saltos en paracaídas y formación de pilotos de aviones. Durante el vuelo Valentina sufrió mareos, malestar físico y náuseas pero, a pesar de estos dolores, su misión duró más tiempo que la suma de los astronautas norteamericanos que habían volado hasta ese momento.

Al regresar Valentina continuó su formación en la Academia de Fuerza Aérea en Zukovski, y se graduó como ingeniera espacial en 1969. Se mantuvo ligada al Partido Comunista durante toda su vida profesional, obtuvo numerosos reconocimientos relacionados con su formación superior (doctorados “Honoris Causa” y galardones vinculados a la comunidad científica), recibió varios premios por su trayectoria y por su interés en los procesos de paz. Recibió, entre otros, la Medalla de Oro de la Paz otorgada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). A día de hoy, ya retirada, continúa siendo considerada como una heroína nacional.